Las grandes extensiones de territorio que los cultivos ocupan a nivel global y la alta dependencia de insumos (plaguicidas y fertilizantes) que demandan estas actividades productivas, ha activado la alarma sobre el efecto pernicioso de los agroquímicos sobre la población humana y la fauna en general. En este sentido, y bajo los mismos esquemas de análisis, la contaminación derivada de actividades agrícolas es una de las principales amenazas mencionadas por lxs especialistas como causa de la declinación mundial de anfibios. Sin embargo, existe muy poca evidencia empírica sobre cómo los agroquímicos están diezmando poblaciones de anfibios.
Hace mucho tiempo que el efecto de los pesticidas sobre anfibios es tema de preocupación para biólogues y conservacionistas. En efecto, muches investigadores alrededor del mundo han realizado estudios para dilucidar cómo los pesticidas afectan a este grupo de vertebrados. Las respuestas fueron primeramente abordadas desde una perspectiva clásica de la Toxicología* (o su derivada rama, la Ecotoxicología), mediante la utilización de ensayos experimentales en laboratorio que poco tenían que ver con los escenarios reales de exposición en los que actúan los agroquímicos. Aunque alejades de las charcas, los arroyos y las fumigadoras, éstes científiques lograron un trascendental avance en el conocimiento de los innumerables efectos de cientos de productos químicos patentados en el mercado. Entre ellos se encontraban efectos letales, malformaciones, efectos teratogénicos y carcinogénicos, disrupciones endócrinas y la lista sigue. Aun con esta avasalladora evidencia, la información reunida sobre el comportamiento de los plaguicidas en escenarios reales seguía siendo escasa y no estamos hablando sólo de anfibios, sino también de la gran diversidad de fauna acuática e incluso sobre el hombre. Digamos que hasta 1980, los datos de efectos de pesticidas en humanos y fauna en general eran escasos y anecdóticos, siendo los casos de muerte por intoxicación causados por exposiciones accidentales, abusos y mal usos.
En la otra parte de la mesa del debate, habían ganado relevancia los argumentos de otres científiques que enunciaban que los efectos tóxicos que un plaguicida causaba en un medio experimental no podían compararse con lo que ocurría allá afuera, en los cultivos. En este sentido se argumentaba que las concentraciones de pesticidas usadas en estudios de laboratorio, e.g. dosis orales para ratas, diluciones en medios acuáticos para peces o larvas de anfibios, serían muy elevadas en comparación con aquellas que reciben las matrices ambientales. De esta manera se argumentaba que las bajas concentraciones de pesticidas que los ambientes reciben no causan efectos que merezcan nuestra preocupación. Es importante entender que bajo esta premisa (entre otras evidencias) se patentan los pesticidas que posteriormente son vertidos en el ambiente. Otro extenso debate, aún vigente, es la falta de evidencia lograda que indique que el plaguicida en cuestión es el causante de un determinado efecto observado. Imaginemos un monocultivo de soja, ¿cómo determinar unívocamente que los peces/insectos/caracoles mueren por los pesticidas y no por algún otro estresor ambiental (de los que no faltan en este tipo de sistemas altamente intervenidos)?
La balanza del debate se inclinó considerablemente cuando científiques descubrieron que un número importante de Aguiluchos Langosteros estaba muriendo a causa de la intoxicación por un insecticida llamado Monocrotofós. Fue un caso sencillo de documentar, encontraron aguiluchos muertos que habían comido langostas fumigadas con el insecticida. Finalmente, luego de por lo menos 20 años de uso, el Monocrotofós fue catalogado como altamente tóxico y prohibido en Argentina en 1999. Imaginen ahora, lograr esta evidencia para un número inalcanzable de especies nativas expuestas a un número igualmente inmenso de sustancias químicas ingresando en el ambiente. En este punto, el debate ya no se centra en la evidencia ganada a lo largo de 50 años de investigación, sino en la evidencia que los científicos no pueden obtener.
Volviendo al mundo anfibio, un grupo de investigadores argentines del CONICET se propuso abordar la enorme tarea de estudiar si los efectos de pesticidas ampliamente demostrados en ensayos de laboratorio también ocurrían en escenarios reales de exposición. El estudio fue llevado a cabo en una de las subregiones más productivas de la famosa Región Pampeana argentina: la Pampa Ondulada, que ocupa el norte de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe y una pequeña porción del este de la provincia de Córdoba. Les científiques seleccionaron 91 charcas, 71 de estas se localizaban adyacentes a cultivos de soja (afectadas a las aplicaciones de plaguicidas) mientras que las 20 restantes fueron consideradas como “control” hallándose en agroecosistemas con pastizales para uso ganadero. Les científiques trabajaron con los productores y dueños de los establecimientos productivos para conocer los momentos y las mezclas de aplicación utilizadas en el control de plagas de los cultivos. Las especies seleccionadas fueron las 4 más comunes de la zona de estudio: la ranita del zarzal (Boana pulchella), la rana criolla (Leptodactylus latrans), el sapito de jardín (Rhinella fernandezae) y el sapo común (Rhinella arenarum). Se analizaron un total de 20 aplicaciones de distintos tipos de plaguicidas (cipermetrina, clorpirifos, endosulfán, glifosato y ácido 2,4-diclorofenoxiacético o 2,4-D).
Cada vez que ocurría una aplicación, se colocaban en las charcas seleccionadas unos dispositivos de encierro llamados limnocorrales (pequeñas jaulas flotantes). En cada una de estas cajitas se colocaron las larvas que ocupaban las mismas charcas evaluadas. Es decir, la especie estudiada dependía de la especie presente al momento de la aplicación. Les científiques estudiaron el efecto de los plaguicidas a través de dos respuestas: la supervivencia y la movilidad de los renacuajos de las cuatro especies nativas de anfibios. Para reconocer el efecto producido por las aplicaciones de plaguicidas, les científiques contaron las larvas afectadas y muertas, 24 horas antes de cada aplicación y 24 y 48 horas después de las mismas. Los estudios fueron llevados a cabo en primavera y verano, que son los momentos en los que los anfibios se reproducen y, por lo tanto, sus larvas pueden ser fácilmente encontradas. Por otro lado, es el momento en el cual los humedales reciben mayores cargas de pesticidas.
¿Qué encontraron? Encontraron que los agroquímicos utilizados ingresan a las charcas en altas concentraciones. Luego de 24 y 48 hs de ocurridas las aplicaciones de insecticidas, la supervivencia de los renacuajos decreció de manera significativa llegando a valores por debajo del 50%, mientras que en las charcas control (sin plaguicidas) la supervivencia fue del 99.5%. En los casos más severos, no se registraron sobrevivientes. Por otro lado, la movilidad de las larvas que sobrevivieron se vio negativamente afectada por todas las combinaciones de plaguicidas, es decir, los renacuajos fumigados presentaban dificultad para nadar y respuestas anormales a estímulos externos. Se pudo registrar este efecto, particularmente luego de las aplicaciones del famoso Glifosato que, si bien no causó efectos significativos sobre la supervivencia, sí afectó en altas proporciones la movilidad de las larvas. Podríamos preguntarnos, ¿qué significa para un renacuajo nadar o moverse con dificultad? Para un renacuajo, puede significar una eventual muerte, dado que se reducen las posibilidades de buscar alimento y escapar a los depredadores. Podríamos pensar que la muerte ecológica (muerte de un individuo que no cumple su rol ecológico) es la antesala de la muerte biológica.
SI EXISTE evidencia SUFICIENTE de que los agroquímicos enferman y matan. Debates particulares tienen que darse en torno a cuáles de ellos representan mayores peligros y sobre cómo desarrollar e implementar herramientas alternativas de manejo para el control de plagas. Sobre lo que no tenemos dudas es que la inconmensurable cantidad de plaguicidas vertidos al ambiente, como pilar fundamental de los modelos productivos vigentes en países de Latinoamérica y propuestos por empresas multinacionales, envenenan nuestras aguas, afectan la biodiversidad y enferman a la población.
*Toxicología: según la Organización Mundial de la Salud, la toxicología es la disciplina que estudia aquellos agentes químicos y físicos que dañan o pueden dañar a los sistemas biológicos. Esta disciplina surge en el siglo XlX en respuesta a numerosas observaciones de la relación existente entre ciertas actividades laborales y la exposición a algunas sustancias nocivas. Con el paso del tiempo, la toxicología se proyectó al medio ambiente y surgió una rama específica, la ECOTOXICOLOGIA y su hermana la TOXICOLOGIA AMBIENTAL.
Fuente: Agostini, M.G., Roesler, I., Bonetto, C., Ronco, A.E., Bilenca, D. 2020. Pesticides in the real world: The consequences of GMO-based intensive agriculture on native amphibians. Biological Conservation.
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