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Que el humedal no se pase de moda

Para no olvidarnos, para resistir en la lucha. Un post para tener a mano


Ley de Humedales en Argentina. ¿Por qué una ley para los humedales? Y antes que eso, ¿qué es un humedal? Aunque parezcan simples, estas dos preguntas cargan con un historial de discusiones y disputas que llevan más de una década, porque claro, al final del día, el objeto de la normativa definirá los alcances de la misma.

Los últimos proyectos de ley que se han presentado en Argentina definen a los humedales como ambientes en los cuales la presencia temporaria o permanente de agua superficial o subsuperficial causa flujos biogeoquímicos propios y diferentes a los ambientes terrestres y acuáticos. A estos se les asocia biota adaptada a estas condiciones, comúnmente plantas hidrófitas y/o suelos hídricos o sustratos con rasgos de hidromorfismo. En criollo, se trata de zonas de tierra inundadas de forma temporal o permanente, que se distinguen por las características particulares de sus suelos y por la presencia de plantas y animales adaptados a sus períodos de anegamiento y sequía. Se incluyen dentro de esta definición las extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de aguas, sean estas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros.


¿Qué importancia tienen?

Los humedales poseen un valor incalculable desde una perspectiva biológica, ecológica, cultural y económica. Desempeñan un papel crucial en el ciclo del agua, recibiendo, almacenando y liberando este vital recurso, al tiempo que regulan sus flujos. Actúan como una especie de esponja, amortiguando tanto los impactos de las lluvias intensas como de las sequías, ayudando así a mitigar los efectos del cambio climático. Además, son los ecosistemas que albergan la mayor cantidad de carbono, otra importante función frente a la crisis climática. Los suelos de los humedales también desempeñan una función fundamental en el ciclo de los nutrientes y en el flujo de sedimentos, tomando un rol central en la filtración y purificación de las aguas.


Se estima que alrededor del 40% de las especies del mundo habitan o se reproducen en los humedales (incluidas las personas, obvio) lo que resalta su importancia para la conservación de la biodiversidad. Además, los humedales son la base de economías locales, brindando oportunidades de desarrollo productivo, recreación y turismo gracias al acceso al agua dulce.

Finalmente, pero no menor, los humedales sostienen una exquisita diversidad cultural, albergando modos de vida e identidades distintivas adaptadas a la variedad de los paisajes y recursos que ofrecen. Muchos de ellos con un valor histórico y arqueológico significativo, o un profundo significado cultural y espiritual para las comunidades que los rodean.


En Argentina, alrededor del 21% (este porcentaje puede variar dependiendo de la definición de humedal que se adopte) de la superficie se encuentra ocupada por humedales. A pesar de abarcar una extensa porción de nuestro territorio y ser de vital importancia en múltiples aspectos, los humedales se enfrentan a numerosas amenazas. Para ir al grano, entre ellas podemos mencionar el avance de emprendimientos inmobiliarios y de la producción forestal en la zona del Delta del Paraná, la explotación minera asociada al litio en los salares de altura de Salta, Jujuy y Catamarca, y a las turberas en Tierra del Fuego; las producciones bovinas y agrícolas en la Región Pampeana y la cría de ovinos en los machines de la Patagonia. Es preciso detenerse aquí y reflexionar acerca del uso que le han dado históricamente las comunidades locales a los humedales. En este sentido, los impactos asociados a las producciones forestales locales no pueden ser evaluados de la misma forma que aquellos asociados a un mega emprendimiento inmobiliario. Estas distinciones, límites y responsabilidades han estado muy presentes en torno a las diferentes discusiones sobre cómo proteger y al mismo tiempo hacer uso de estos ecosistemas.

Dejando de lado la Constitución del 94’ -que declara el derecho a un ambiente sano- y la Ley General del Ambiente del 2002 (las cuales constituyen marcos un tanto generales y amplios en torno a la cuestión ambiental), la historia de las normativas ambientales dentro del ámbito estatal en Argentina es bastante reciente. Los fuertes incendios en el Delta del Paraná en el 2008, que se hicieron sentir en la Ciudad de Buenos Aires al cubrirla de cenizas, fueron el puntapié inicial para que la cuestión de la protección de los humedales tome una dimensión mayor y se instale en la agenda pública. Quienes dieron impulso a estas discusiones y llevaron adelante el reclamo sobre la necesidad de promulgar una ley de protección para los humedales fueron ONGs ambientalistas (algunas de ellas extranjeras), organizaciones vecinales e instituciones académicas.

Al día de hoy, se han presentado al Congreso de la Nación algo más de 20 proyectos de ley para la protección de los humedales, aunque solo dos proyectos obtuvieron media sanción en la Cámara de Senadores (el proyecto de 2013 y el de 2016). ¿Cuáles son los puntos más relevantes y que a su vez son compartidos en la mayoría de los proyectos de ley? Entre ellos podemos mencionar:

  • gestionar y regular el uso racional y sostenible de los humedales, garantizando su conservación,

  • generar planes de ordenamiento territorial y un inventario nacional de humedales, y

  • definir las sanciones y los entes reguladores, así como los fondos necesarios, entre otros.

¿Quién frena la ley? ¿Por qué no sale? La multiplicidad de actores que disputan en esta arena incluye desde grandes empresas hasta quienes pescan de manera artesanal; desde ONGs extranjeras hasta asambleas vecinales; personas vinculadas a la ciencia, la política, la producción a gran y pequeña escala. Sin lugar a dudas, es difícil desarrollar semejante complejidad en un párrafo. Sin embargo, es evidente que gran parte de los intereses de las grandes corporaciones que concentran el poder económico de nuestro país van en contra de lo que promulga la ley de humedales - y me animo a decir, de cualquier ley que pretenda proteger el ambiente-. Así, ejerciendo su poder a través de los representantes en el Congreso de la Nación, estos gigantes logran que la ley se mude de comisión en comisión, se "cajonee", se diluya el interés, para finalmente perder estado parlamentario.


En los últimos años, luego de sentir el ardor de miles de hectáreas que se comieron grandes porciones de los Esteros del Iberá y el Delta del Paraná, el asunto de los humedales finalmente trascendió al territorio nacional y su peso en la cartera pública ya se hace sentir. No obstante, hasta el día de hoy seguimos sin conseguir una legislación al respecto, y en ocasiones parece que se nos olvida esta problemática, hasta que una densa nube de humo se posa sobre la Ciudad de Buenos Aires.


Una vez más, tendremos que continuar presionando y organizándonos para levantar nuestra voz en un grito unificado de ¡Ley de Humedales ya!



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